sábado, 7 de abril de 2018

LA SERENDIPIA Y EL HACHA

Quizá se le cayó de la mula, o el astil se partió en un último golpe y decidieron abandonarlo en el mismo lugar donde tanto servicio había dado.
Nunca lo sabremos, sólo que bajo esa tierra mojada que lo cubría había grabada una letra, pero tampoco su significado.
Casualidad o no, la semana anterior a la Fiesta de los Gabarreros de 2017 decidió ser encontrada. Subimos al monte, en busca de una ruta que quedase registrada con un desnivel y kilómetros determinados para un trabajo de clase de la persona que me acompañaba.
La ruta decidimos hacerla circular, pasando por diferentes puntos y llegado a un tiempo de recorrido dar la vuelta para que nos saliera aproximadamente la duración que queríamos.
En un momento dado, como me ha pasado en más de una ocasión estando por esos senderos, me acabé pasando de caminar.  Cuando eché la vista al frente, vi lo que parecía un pueblito y molinos de viento.
Nos echamos a reír. Estaba claro que habíamos alargado lo suficiente, asi que volvimos de una manera paralela sobre nuestros pasos para que la ruta apareciese reflejada como una circular.
Ese día la orientación y el terreno jugaron un poco en nuestra contra. La verdad es que mi padre me había advertido más de una vez sobre esa zona. Pero yo, ya había ido otras veces sola e incluso con niebla.  No me había desubicado hasta ese día.
No sabría decir el punto exacto.
En un momento dado, tras saltar un arroyo parando para beber mientras hablaba con mi compañero de aventura, pisé algo duro que me llamó la atención porque alrededor, todo el terreno estaba excesivamente blando por la humedad y las lluvias de días anteriores.
Levanté el pie y vi algo oxidado.
Al apartar el barro y la hierba que lo cubría con el pie me quedé alucinada.
¡Era la boca de un hacha!
Estuvimos comentando lo pesada que era y decidí llevármela. No sé muy bien por qué en realidad,  pero no la pude dejar allí.
Bajamos y se nos hizo de noche. Mi compañero llevaba frontal, yo me lo dejé en casa y ya de noche  con precaución de no caernos por esos arrastraderos, volvimos al pueblo donde nos tomamos una caña riéndonos de la situación.
Cuando llegué a casa mi padre estaba cenando en la cocina y mi hermano pasó por ahí.
Abrí la mochila y les dije:
-¡Vais a flipar con lo que me he encontrado!
Mi padre le echó un ojo, le llamó la atención.
Para mi, lo ocurrido ese día fue algo como preparado, como especial.
Me sentí como si hubiera encontrado un tesoro.
Entonces fue cuando descubrí la inicial.
 Le dije a mi padre:
-¿Te imaginas papá que me pongo a hurgar y a preguntar y devuelvo este hacha a su antiguo dueño?
Mi padre sonreía. Vale era una fantasía, pero sería bonito poder hacerlo.
A la mañana siguiente escribí a los expertos. Estaba súper emocionada con el tema que ya había despertado mi curiosidad tanto como mi imaginación.
 Contacté con Jorge y Mene y les mandé fotos del hacha.
Los dos coincidieron en que era un hacha típica de la gabarrería, y se sorprendieron con la historia de cómo había llegado a mis manos.
Mene se ofreció a pulirle el filo dejándola como nueva, pero yo no la iba a usar, concretamos que era mejor dejarla así con la curiosa historieta de su aparición adherida a su óxido naranja.
Jorge me dijo:
Quédatela como un recuerdo, y si me la dejas, yo te la monto un astil.
 Y así hicimos, el mismo Domingo de gabarreros subí al Pinarillo y metida en una bolsa de plástico se la entregué a Jorge para que obrara maravillas.
A la semana me llegó la foto. Era una pasada.
Ese objeto volvía a ser un hacha. Clavada en un  tocón y recta, como si después de los "cuidados" de Jorge, se hubiera recordado empuñada con tanta fuerza y tino.
Por unas cosas u otras fue difícil quedar con él en para agradecérselo en persona y recoger "mi tesoro" hasta este mismo año, el Sábado de Gabarreros que corriendo me la acercó a casa.
Cuando la cogí otra vez volví a notar su peso.También noté lo especial que es para mí.
Obviamente no por su valor material que es nulo y quizá por eso quedó ahí arriba entre los pinos.
Lo que está claro es que me sentí muy especial encontrándola. No puedo negar, la pasión que tengo por el monte, me gusta perderme entre esos helechos, pinos, y rocas de granito como aislada de todo, tan cerca de mi misma. Con la sensación de agudizar cada sentido.
La verdad no me considero una persona muy tradicional.
Pero siento cierto apego por aquellos que desempeñan o desempeñaron su oficio en ese entorno que a mí me hace tan feliz.
Me pasa con los bomberos forestales y me pasa con los gabarreros.
No falto un año.
Puedo decir que me fascina cuando veo cortando mano a mano, a padre e hijo o hermano con hermano.
Me parece loable que no se pierda la memoria de un trabajo tan duro, tan bonito.
A veces tanto coche, bus, metro, prisas, centros comerciales...
De repente, aparece un hacha por ejemplo, para recordarnos de dónde venimos y quizá para que recapacitemos a dónde vamos.
Siempre me quedará la curiosidad de cómo acabó ahí, si la madera se pudrió y quedó solo la boca.
Siempre me animará  volver al lugar e intentar visualizar en mi cabeza, cómo pudo esperarme todos esos años escondida.
¡Gracias gabarreros!
A los de antes, a los de ahora, a los de siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario